La Puerta de Tierra es el reducto actual de lo que fuera la muralla de entrada a la histórica ciudad gaditana. Cruzada por todos los que hayan visitado Cádiz, esta puerta fue edificada por Torcuato Cayón en el siglo XVIII y fue concebida más como un retablo religioso que como una fortificación militar. Se trata de una de las obras arquitectónicas más significativas de la ciudad y actualmente separa el Casco Antiguo y la zona moderna de Cádiz. Nos adentramos a conocer su origen y sus modificaciones a lo largo de la historia:

Ubicación y estado, en la actualidad 

Anticipada por una explanada, la Puerta de Tierra está situada en la conocida como Plaza de la Constitución, que se encuentra presidida por los monumentos que conmemoran a los patronos de la ciudad, San Servando y San Germán. Ambos mártires, recreados en mármol blanco, cuentan con un basamento de gran ornamentación.

Actualmente, en el interior de esta obra arquitectónica se encuentra el Museo Litográfico, que recopila la historia y el patrimonio de la industria de las artes gráficas correspondientes a la ciudad durante el siglo XIX. Asimismo, la Puerta de Tierra también alberga una interesante muestra expositiva y permanente de los “Títeres del mundo”. 

Desde el año 2013, cuando fue reabierto el monumento, es posible acceder y visitar los interiores de esta simbólica puerta, paseando por la ladera superior de la Puerta de Tierra y disfrutando de las vistas que hay de la ciudad desde su torreón y bóveda central. 

Una joya de la arquitectura

La apariencia actual de la Puerta de Tierra es el reflejo de diferentes periodos históricos y artísticos, así como de modificaciones en la construcción de la misma desde que en el siglo XVI se produjera un desbordamiento por el crecimiento de la ciudad. En 1574 se realizó una primera ampliación con dos baluartes para proteger la puerta, pero no sería hasta el siglo XVIII cuando adquiriría la fisionomía definitiva.

El torreón de la puerta marca el eje central de todo el conjunto, bajo el cual se abre paso el acceso a personas y vehículos. Asimismo, dicho torreón está enmarcado por una portada de mármol y cuenta con una inscripción que alude a la construcción de la puerta acompañada de un escudo real. 

En la fachada que mira al centro histórico fue edificado un elegante pórtico de mármol posicionado a modo ‘arco de triunfo’. A ambos lados del conjunto están situados los baluartes de San Roque y Santa Elena, conocidos de esta forma por la respectiva cercanía con las ermitas, que fueron finalmente derribadas en 1737. 

La expansión urbana hacia la zona de los “extramuros” de la ciudad llegó a contemplar en la primera mitad del siglo XX el derribo total del complejo arquitectónico. Sin embargo, afortunadamente para todos, finalmente se optó por el relleno de los fosos y la apertura de dos grandes arcos en los lienzos que permitieran el acceso y el paso de los vehículos al Casco Antiguo.